Vince McMahon: cómo ganar mil batallas y tropezarse con una hormiga

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Un hombre orgulloso, un hombre que no digiere la derrota con facilidad, se infla el pecho al decir que no hubo nadie capaz de vencerlo. Y el hombre orgulloso, el que no digiere la derrota con facilidad, no miente. Al menos no del todo. El hombre es Vince McMahon, por supuesto, y desde que se pusiese los pantalones largos y tomara el control de la WWF de principios de la década de los 80, altibajos mediante, nunca fue vencido. Y aun cuando los golpes letales le rozaron la mejilla, como le sucedió en muy contadas ocasiones, volvió con un comeback digno de un hulking up para propiciar el golpe nocaut a aquel que casi lo derribó en primera instancia. Pero él, el hombre, Vince McMahon, a pesar de usar muchas maniobras de dudosa ética y moral durante el recorrido, nunca fue derribado. Eso, a la larga, décadas después, generó una peligrosa sensación de seguridad: la siempre engañosa impunidad.

Para ilustrar mejor el nivel de orgullo del hombre, nos remontamos a la versión que cuenta Brian Gewirtz, ex cabeza creativa de WWE, hoy mano derecha de Dwayne “The Rock” Johnson en sus distintos proyectos y alguien que guarda un concepto positivo de su ex jefe. En el contexto en que lo contó (en su recomendable biografía, There’s Just One Problem…) se da por descontado que sus intenciones fueron más humorísticas que denigrantes, pero en un contexto como el que vivimos hoy, en el que vuelve a surgir una demanda por graves episodios de acoso sexual y abuso de autoridad en contra del empresario, resulta bastante reveladora.

En una de las tantas visitas de Donald Trump a WWE, precisamente durante la rivalidad que ambos iniciaron en el Camino a WrestleMania 23, concretaron un careo durante Monday Night Raw en el cual el inmenso ego de Vince salió a flote de una manera, uno diría, infantil.

Según contó Gewirtz, todo fue acorde al plan, obtuvieron la reacción que querían y vendieron la lucha de mil maravillas. Al atravesar la cortina, todos se dieron la mano y se felicitaron entre sí. El show acabó y cada uno se fue por su lado. Abandonaron la arena con la satisfacción de haber concretado los objetivos de un buen show y las cabecillas del equipo creativo se dirigieron con Vince a la limousine que la empresa había puesto a su disposición. Ni bien se acomodaron, quedó claro que el hombre había mantenido las apariencias. Con la privacidad como escudo, Vince dejó salir la bronca contenida. Estaba fuera de sí, colérico como pocas veces. Y no se quedó callado. Sin que le preguntaran, lo primero que hizo al subir al vehículo fue alzar la voz respecto al gran problema que lo aquejaba: y es que con el traje enorme que había llevado Trump a la confrontación, el futuro mandatario de los Estados Unidos parecía mucho más “grande”, más morrudo y musculoso que él. Era ridículo, pues todos sabían que Vince era el enfermo de las pesas, pero él no podía lidiar con el hecho de que pareciera lo contrario. “La percepción es realidad”, era una de sus frases célebres.

Ese es Vince McMahon reducido a una mera anécdota. Alguien que siempre quiso tener la última palabra, alguien “a quien no se confrontaba, porque mientras trabajases para él, nunca le ibas a ganar una discusión”, diría Jim Ross, quien lo tuvo como empleador por más de quince años. Un hombre que se jactó en televisión de nunca haber perdido una demanda en la corte, sin importarle siquiera lo fácil que se podía comprobar lo contrario. Un hombre que se perpetuó en el poder aun cuando el bienestar de la empresa estaba comprometido y que en ningún momento quiso delegar un centímetro de su poder por las buenas. Un hombre que, de hecho, interpuso sus intereses personales a los de la promoción, saboteando la decisión de la junta directiva, de los inversionistas, y poniendo en jaque el futuro de WWE, la criatura que él mismo adoptó, alimentó, vio crecer, y que se dijo capaz de dejarla pasar hambre a menos que le devolvieran su tenencia.

Durante su visita al Pat McAfee Show en marzo de 2022, la primera entrevista en vivo que concedió a un medio audiovisual no llamado WWE en quince años, McMahon se refirió a un posible retiro y dijo:

No pienso mucho acerca de [la sucesión de WWE]. Con un poco de suerte, si construyes algo quieres continuarlo y hacerlo próspero y crecer. Sea con alguien de la familia o no. A mi modo de ver, este negocio es lo mejor para todos, seas parte o no, y debes tratarlo como tal. Debes ser objetivo y mirar a tus familiares o a quienes sean como empleados. Y siendo sincero, probablemente esperaba más de mis familiares, lo cual puede que no sea lo mejor que pueda decir. Pero de todas maneras, es como si… Debes hacer lo mejor para los negocios. Así que si esta persona no funciona, entonces no debería ser parte de la compañía.

Si las cosas hubieran salido acorde a su plan, Triple H y Stephanie McMahon probablemente no estuviesen en WWE hoy por hoy. A ellos se refería al momento de hablar de “los familiares” que lo decepcionaron. No hay que ir mucho tiempo atrás para recordar cómo Triple H había sido ridiculizado y reducido a un experimento fallido durante las Wednesday Night Wars.

Con los bajos ratings de NXT ante la flamante sensación AEW Dynamite, McMahon lo había hecho responsable. ¿Cederle terreno a la competencia? En su diccionario, un pecado capital. Le quitó a la criatura a su yerno y se la adueñó, la amoldó a su visión y lo dejó desprovisto de cualquier poder. De repente, las obvias especulaciones que lo ponían a Hunter como quien lo sucediese en el linaje monárquico quedaron etiquetadas como “altamente improbables”. A los meses, Triple H sufría un ataque cardíaco y se alejaba de sus responsabilidades. Stephanie, su mujer, también hacía las maletas un tiempo después.

Sin herederos al trono, uno creería que Vince se sentía… ¿Preocupado? ¿Desesperado? ¿O con mayor libertad? ¿Acaso rejuvenecido? Mirando la secuencia desde afuera, nos atrevemos a conjeturar que Vince no sólo se sentía decepcionado, sino que quería sentirse decepcionado. Al final, era lo que más le convenía, ¿verdad? En 2009, su hijo Shane había abandonado la empresa por un motivo similar. Vince no quería cederle un ápice del control, algo que tras más de una década y media, Shane creía que le correspondía como parte de una transición natural, tal como había sucedido con Vince hijo y Vince padre en los 80, o con Vince padre y abuelo, Jess McMahon, en los 50.

Vince y Stephanie McMahon con Triple H en ringside de UFC 267.

El ego lo conocíamos, y además del ego todas las demás jugarretas sucias que el hombre cargaba a sus espaldas, las que se confirmaron y las que no. Sabíamos de su extravagancia cotidiana y de su personalidad excéntrica, de lo que era capaz de hacer en el ámbito de los negocios; de su tendencia a victimizarse y a deformar la realidad. De lo intimidante que podía llegar a ser, del poco tacto que podía llegar a tener con propios y extraños. Sabíamos del costado humano, de los grandes gestos que tuvo con muchos de sus empleados, muchos de los cuales consideraba amigos. Y de su obsesión por el trabajo duro.

De lo que no sabíamos era de la parte más oscura. La que nos tocó la puerta aquel junio de 2022. Para el mundo, un nuevo capítulo en la historia de Vince McMahon. Para el hombre, la revelación de sus secretos más nefastos. Y un día, se abrió la caja de pandora.

Vincent Kennedy McMahon Jr. se caracterizó desde el día uno por estar al filo de la navaja.

Su mantra en los negocios, hacer ruido para llamar tráfico, nunca abandonó su lado. Sin embargo, apenas tomó las riendas de la empresa familiar y decidió no ponerle límite a su expansión, violó la regla más sagrada del negocio: no traspasar los territorios pertenecientes a los demás promotores. Y había un precio a pagar.

Es muy famosa la historia de cómo su padre, Vince Sr., llegó a aconsejarle que se anduviese con cuidado. La maniobra que estaba realizando era muy peligrosa: fue tan lejos como para creer que la vida de su hijo estaba amenazada, y es que muchos promotores de la vieja escuela no tenían problemas en manejarse cual capos de la mafia y llevar a las cosas «por las malas».

Jim Ross incluso contó que estando en una cena con varios «bookers muy importantes» en sus primeros años en el negocio, se dirigió al baño para hacer sus necesidades —no nos detengamos aquí; después de todo, es humano—, cuando oyó a sus compañeros ingresar adonde él. No lo vieron ni él a ellos porque se encontraba en un cubículo, pero las orejas están para escuchar, y lo que él escuchó lo recuerda hasta estos días:

— Este tipo [por Vince] nos está dando muchos problemas -comentó uno a los demás, o algo similar.

— Sabes que puedo mandar a matarlo, ¿verdad? -sugirió otro antes de explayarse-. Conozco a un tipo.

Cuenta JR que al salir del baño e ir al encuentro de los demás, éstos se dieron cuenta de que los había estado escuchando. Sin callar nada, les preguntó de qué iba su conversación. Los otros le contestaron que estaban bromeando y que nada de lo que habían dicho era en serio.

“En la lucha no hay buenos ni malos, salvo en el ring”. Vince mismo te lo diría si lo tuvieras en frente tuyo ahora mismo. Alguna vez le comentó a alguien que no hay malas personas, hay gente que toma decisiones difíciles en momentos difíciles.

La cuestión es que jamás temió a tomar decisiones difíciles y es un área en la que se manejó siempre con una frialdad inusual. Sin extendernos tanto, podemos dar miles de ejemplos: desde su negativa a proveer a luchadores de ciertos beneficios básicos (principalmente el seguro médico, por el que tanto se disputó con los años y que casi produjo la cancelación de WrestleMania 3), pasando por la probada distribución de esteroides a Hulk Hogan y su propio consumo, hasta los rumores de que compró a un juez para que declarara a Jimmy Snuka inocente del asesinato de su novia Nancy Argentino.

Vince McMahon alguna vez le comentó a alguien que no hay malas personas, hay gente que toma decisiones difíciles en momentos difíciles.

Nombramos estos por no enlistar a miles de otros casos, muchos de los cuales no pueden corroborarse y bien podrían ser pura fabricación.

Con justificación o no, McMahon siempre tuvo alguna mancha de algún tipo en su reputación, creando una bola de negatividad que, también cabe aclarar, se iba difuminando cuando tocaba echar la vista atrás y se veía cómo si no hubiese sido por él, la lucha libre no sería lo que es. Si no hubiese sido por él, la Golden Era o la Attitude Era no hubieran tenido lugar. De no ser por sus contribuciones como heel, la adolescencia de muchos no hubiera sido tan increíble.

Esa lucha constante entre la idolatría que provocaba su figura y todos sus aportes, versus las ciertas actitudes y decisiones que fue tomando a lo largo del camino, resultaban en una extraña dinámica de amor-odio. Pero por otra parte, es cierto que la balanza se fue inclinando más hacia lo segundo en los últimos años, incluso antes de que todo tomara proporciones repulsivas.

Arabia Saudita marca un antes y un después con WWE.

No únicamente porque de por sí era un trato polémico debido a ciertas formas anticuadas y discriminatorias de su sociedad —y que, irónicamente, coincidió en la misma semana con el especial femenil de Evolution—, además porque era parte del acuerdo hablar positivamente del gobierno de turno. Un gobierno que, y esto está comprobado, había matado a un periodista por el simple hecho de hacer fuertes críticas a los mandatarios.

Debido a las cantidades desorbitantes de dinero que entraban gracias al trato (por dos shows anuales, obtienen ganancias que superan a las de WrestleMania), WWE se rehusó a seguir la lógica y no puso fin a la alianza. A cambio, soportó un aluvión de críticas masivas de políticos, programas televisivos, aficionados.

Hasta algunos de sus luchadores se negaron a ir al país, y todavía más después cuando en uno de los viajes posteriores, el talento quedó varado en un aeropuerto del reino por muchísimas horas. Se especuló con un «secuestro» del gobierno tras desacuerdos entre McMahon y el príncipe, una versión que fue tomando más fuerza a medida pasaron los años.

Vince McMahon estrecha manos con el primer ministro de Arabia Saudita.

Varios de los gladiadores que lo vivieron en primera persona no saben muy bien qué transcurrió. Lo único que les dijeron era que el avión había tenido problemas mecánicos. Todos coinciden, incluso ellos, que fue muy extraño. Y si quedaba alguna duda de que no se trató de un simple «problema mecánico», hace un tiempo se supo que WWE aceptó pagar cifras de ocho dígitos para terminar con una demanda impuesta a raíz de ese inconveniente, sólo para evitar que se hicieran públicos detalles de aquella misteriosa jornada.

Y después estuvo la pandemia.

El manejo ejemplar en AEW contrastó con una WWE que con su política empatía cero recortó personal como pocas veces en su historia. La visión anti-Vince McMahon, que llevaba años incrementándose debido a la frescura que suponía una competencia que sí escuchaba a sus fans, se agudizó aun más en esta época.

Mientras que WWE despedía a talento en masa en medio de una pandemia, AEW mantenía a los suyos. Mientras WWE, a pesar de estar ganando más dinero que nunca, se deshacía de los favoritos de la gente, AEW los lleva consigo. Mientras que WWE pedía un porcentaje a sus estrellas que utilizaban plataformas sociales, AEW les daba libertad y se ofrecía a promocionar sus proyectos sin costos. Mientras WWE se enfocaba en agrandar a sus «elegidos» y «sepultar» al resto, AEW priorizaba dar oportunidades a la gran mayoría de su roster. WWE «mataba la pasión» de sus luchadores, AEW se las devolvía. WWE buscaba moldear a su estereotipo, AEW abría las puertas a todos…

Sumado a todo este pack de inquietudes, la calidad de la programación de WWE sufría una crisis que parecía no tener arreglo. El caos tras bambalinas provocado por los innumerables cambios en los guiones era fuente constante de estrés en un roster que de por sí temía por su trabajo. Y claro que todo esto no ayudaba a la presentación final, y eso sí era algo que se veía semana a semana, con críticas devastadoras y cuasi unánimes que se vieron reflejadas en la caída en los ratings.

Entonces, ¿cómo se ganan mil batallas y se tropieza con una hormiga?

Antes que nada, aclaramos que con “hormiga” no hacemos alusión a Janel Grant o a ninguna de las víctimas de esta historia ni tampoco minimizamos los terribles hechos cometidos por Vince McMahon.

Por el contrario, lo que buscamos representar es que luego de tantos años, de tantos altibajos y desafíos, el hombre que tomó el control de la WWF con una apuesta desmesura que tenía a la ruina como alternativa, que rompió todo lo establecido y triunfó como jamás antes se había hecho en la industria (mainstream incluido), que luchó contra una legión de promotores y los derrotó, que tuvo un gobierno tras él y evitó por muy poco quedar tras las rejas por serias acusaciones, que debió andar entre algodones por 83 semanas consecutivas de la paliza que la competencia le propició, que sintió el aliento de la bancarrota respirándole en la nuca y se rehusó a mirar a los ojos a la patente posibilidad de cerrar la empresa (poniendo dinero de sus propios bolsillos para mantenerla a flote), que se puso a una industria entera en su contra tras una fría noche en Montreal, que en su apogeo sufrió intentos de “cancelación” debido a lo subido de tono de su producto (incluso antes de que este fuera un movimiento instalado), que fue señalado como el gran culpable de la muerte de uno de sus luchadores en pleno PPV, que presenció en tiempo real cómo el imperio se iba disminuyendo, que debió dar respuestas cuando otro de sus luchadores cometió crímenes atroces contra su propia su familia, que Arabia Saudita, que la pandemia y que tantas, tantas cosas más…

Algunos de los directivos de TKO. El hombre de la izquierda de Vince McMahon, Ari Manuel, lo invitó a renunciar.

Vince McMahon nunca fue vencido. Nunca tuvo rival. No hubo hombre capaz de hacerle frente en más de cuarenta años.

Por mucho tiempo sí, lo creímos. Hoy, sabemos que no es tan así. Vince McMahon tiene rival. Uno más poderoso incluso. Uno que lo noqueó de forma contundente y no le permitirá volver a levantarse. Uno que ya lo había tirado y que lo vio levantarse en la cuenta de nueve. Pero esta vez el golpe es letal. Y ya no hay vuelta atrás.

El hombre perdió contra sí mismo. Después de todo este tiempo, el único capaz de vencer a Vince McMahon fue el propio Vince McMahon. Porque los problemas no lo buscaron, sino que él los buscó a ellos. Las mil batallas ganadas no le dejaron mayor enseñanza que la impunidad, sin saber que era una trampa que se estaba tendiendo para sí mismo. Hormiga porque de la nada misma gestó una odisea irreversible, que no solo acabó con su legado y su reputación, sino también con la salud mental de muchas de las víctimas que dejó en el camino. Y así como así, el hombre orgulloso encontró su fin.

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