Anecdotario

Poder, internas y recelo: así se convirtió Triple H en el hombre más poderoso de WWE

No muchos miran del Triple H estelarista para atrás. Antes de ser Campeón Mundial, figura central de la Attitude Era y faro de la Ruthless Agression, estaba cómodo en el medio cartel de una compañía diferente, bajo un personaje diferente y con una aceptación diferente. Si los hubo, entonces fueron muy pocos los que se atrevieron a pronosticarle un futuro mínimamente semejante al que le deparaba: acaso el hombre más importante de la lucha libre mundial. Pero para llegar a ese punto, de cuestionado a rey de reyes, hubo un mundo de distancia, un recorrido repleto de frustraciones, rechazos, cruces tras bambalinas y peligro de despidos… e incluso de muerte. Hoy descubrirás el recorrido completo detrás de escena de una de las carreras más prolíficas de todos los tiempos, con sus altos, sus bajos y los «medios» también. Así que, como alguna vez cantó el gran Lemmy Kilmister, ¡es momento de jugar al juego!

¿Cómo pasó de un mero midcarder a una de las voces más escuchadas por Vince McMahon tras bambalinas? ¿Por qué se rompió su relación con Shane O’Mac y qué cualidades hicieron que lo superara en la lucha por el mando de WWE? ¿Qué provocó que los vestuarios lo miraran con recelo siendo luchador y cuál era su respuesta? Además, los múltiples choques que tuvo con Vince por el poder y lo cerca que estuvo de perder todo e irse…

 

Así se convirtió Triple H en el hombre más poderoso de WWE

Jean Paul-Levesque fue una creación de WCW. Nacido como inspiración de los antepasados europeos del intérprete, Paul Levesque, fue tomando forma como un detestable ricachón que hablaba un inglés “roto”, con dejos de un francés burdo y espaciado. Ya en esa época usaba el Pedigree como remate final, una maniobra que se encontró puliendo años antes, durante los tiempos de entrenamiento con la vieja gloria Killer Kowalski.

No hay mucho para destacar de sus primeros pasos más allá de la construcción lógica de un talento sin experiencia, y un primer hito sobresaliente no transcurrió sino hasta que su contrato cumplió el tiempo estipulado y, naturalmente, las negociaciones de renovación dijeron presentes. Las turbulencias primeras aparecieron en esta época, como relató nuestro protagonista:

WCW me ofreció un contrato de varios años por 52 mil dólares, que era muy poco. No suena a poco pero en ese momento había muchos gastos en la carretera, así que cuando me fui estaba quebrado. Les propuse firmar por un año. Me dijeron, ‘te estamos ofreciendo varios años, y ¿tú quieres firmar por uno solo? Es una decisión estúpida’. Les contesté, ‘mira, así lo veo yo. Déjenme luchar para ustedes por un año. Cuando termine, o verán que valgo mucho más que 52 mil dólares, o no mereceré quedarme».

Tales diferencias le permitieron explorar otras opciones, aun cuando no había nada decidido. Mediante la colaboración de terceros, Levesque consiguió una reunión con nada menos que Vince McMahon. Eran tiempos donde el CEO trataba cara a cara todo lo relativo a la contratación de nuevo talento (algo que en el futuro limitaría solo a los nombres pesados). Con esta información, todos con los que hablaba le decían que dejase WCW en cuanto pudiese. “Vince te hará una estrella”, le aconsejaban.

Me reuní con Vince, y la primera vez que nos vimos no creo que supiera quién era”, relató. “Al salir de esa reunión salí pensando, ‘bueno, supongo que WWE no está tan interesada’. Luché en Starrcade contra Alex Wright. Después de la lucha me llamó Vince y me dijo, ‘te vi ayer, quiero que vengas aquí. Creo que tienes talento. No te prometo ningún puesto, no te ofrezco dinero garantizado, pero te ofrezco un puesto’. Yo le había dicho ya que el dinero no me importaba, quería trabajar todos los días y ser el mejor. ‘Te prometo esto: trabajarás todos los días con los mejores del negocio y si quieres ser el mejor este es el lugar para lograrlo’. Fue todo lo que necesitaba escuchar».

En la intimidad, McMahon y las altas esferas de WWE sabían que Levesque podía trabajar en el ring y hacer un papel decente como heel, mas WCW no lo había elevado lo suficiente y no era alguien que sobresaliese en lo absoluto. En fin, lo que sí había encantado era el personaje, por lo cual le hicieron solo unos retoques, sin distorsionar la esencia. El resultado fue Hunter Hearst Helmsley (sí, para los muy despistados, eso significa Triple H).

Todos con los que hablaba le decían que dejase WCW en cuanto pudiese. “Vince te hará una estrella”, le aconsejaban.

¿En qué se diferenciaban? Mientras que Jean Paul-Levesque era oriundo del país de la Torre Eiffel, la nueva versión iba a ser nativa de Connecticut (donde vive en la actualidad). Seguiría con el rol de rico de “buenos” modales que miraba de arriba a abajo a sus “inferiores”. Durante esta etapa, Vince cumplió con lo prometido. Le dio trabajo semana a semana y un año después ya era el Campeón Intercontinental.

• Estancamiento, acercamiento al estelar y pushes truncados

Pero no todo fue tan ameno como pareciera de primeras. Levesque no mentía cuando dijo que quería ser el mejor, y su adquisición no necesariamente lo posicionó mejor en el cartel. Durante ese par de años, realmente “pagó las cuentas”, como se dice internamente. Un claro ejemplo fue el Hog Pen match versus Henry Godwinn en WWF In Your House 5, que, como Cuadrilátero Tops apuntó en el top sobre 15 lugares más insólitos donde hubieron luchas, “no fue solo el hecho de luchar en el barro y rodeado de cerdos (y, en teoría, materia fecal), también debió batallar en el corral cargando con un corte en la espalda que podría haber sido sumamente arriesgado por una potencial infección. Al igual que cuando sufrió un desgarro en el tríceps y continuó en Raw, Hunter demostró aquella noche que podían fiarse de que siempre terminaría el trabajo ante cualquier inconveniente”.

Entonces, ¿cuál fue el clic que lo sacó del estancamiento? Bueno, amigos, no fue necesariamente un clic, sino The Kliq, si nos hacemos entender…

Shawn Michaels, Kevin Nash y Scott Hall (con Sean Waltman de acompañante) dominaban la WWE tras bambalinas. Pocos luchadores a lo largo de la historia tuvieron tanto poder bajo las órdenes de McMahon. El problema era ese, justamente, que cuando así lo querían no seguían órdenes, al menos no cuando estaban en desacuerdo con lo propuesto. Eran conscientes de sus privilegios de estrellas top, con Michaels como cabecilla del grupo y cara de la empresa.

Los cuatro solían juntarse a mirar WCW. Desde entonces, aun sin conocerlo, le habían cogido estima.

Era nuestro tipo en WCW, nuestro favorito”, comentó Kevin Nash, que siguió: “Estábamos mirando la primera lucha de Paul en WWF en el monitor. Todos intercambiamos miradas al mismo tiempo pensando en lo bueno que era este tipo. Después de la lucha, él se estaba quitando las cintas de las muñecas, y le dijimos ‘tú vienes con nosotros’. ¿Por qué lo hicimos? Se veía que el tipo era dinero. Y cuando hablamos un poco con él nos dimos cuenta de su pasión. Era inteligente, también, conocía el negocio”.

Al principio era el que “los llevaba de un lado al otro”, el que “cargaba las maletas”. Era una asociación impensada que invitaba a prever cierta falta de química, porque si bien compartían el sentido del humor, su personalidad contrastaba con la del resto del grupo en casi todo lo demás. Se mantenía sobrio para poder estar al volante cuando los demás apenas podían mantenerse en pie. No para consentirlos, sino porque prefería estar lo más lejos posible de los vicios. Y, bueno, tampoco seamos ingenuos: sabía muy bien que tenerlos de su lado no le venía nada mal.

Para cuando Hall y Nash hicieron las maletas con destino a WCW, Levesque ya se había afianzado como la quinta pata de The Kliq, aunque a los ojos de la directiva seguía siendo el eslabón débil de la facción.

En la noche despedida del dúo posteriormente conocido como los Outsiders, que resultó ser nada menos que en el Madison Square Garden (palabras mayores, especialmente para Vince McMahon), los cuatro —Waltman estaba en rehabilitación entonces—decidieron romper con todo lo establecido y fundirse en un abrazo grupal, a pesar de haber sido rivales en el ring durante la velada. En una época donde la realidad no se exponía al mundo —y menos siendo “enemigos”—, aquello fue tomado como un insulto para muchos de los directivos.

Con Nash y Hall fuera, y Michaels siendo el rostro de la empresa y Campeón Mundial, ¿quién pagó por los platos rotos? Ya te lo puedes imaginar, luchamaníaco. Se suponía que Levesque iba a ganar el torneo King of the Ring 1996, en la que sería su primera gran victoria en WWE y el inicio de un mega push, pero eso fue lo último de lo que se habló en un pasillo donde algunos alzaron la voz para reclamar el despido inmediato.

En su lugar, el torneo de King of the Ring lo ganó un tal Stone Cold Steve Austin, que tras su coronación realizó la promo que lo catapultaría a la cima del negocio (Austin 3:16, dirigida a Jake Roberts, que por entonces tenía un personaje religioso) y, hasta podría decirse, salvó a la WWE de la quiebra. Por lo que sí, debemos agradecer a The Kliq por el Curtain Call después de todo, ¿verdad? Triple H ganaría el torneo en la edición del año siguiente.

 

Lo positivo de la experiencia fue que, con los tres miembros restantes fuera —Waltman también hizo la transición a WCW—, la relación con Michaels pasó a ser mucho más cercana. Rápidamente se convirtieron en mejores amigos. Crearon D-Generation X, una respuesta al nWo, el grupo que sus tres amigos de The Kliq completaron con Hulk Hogan en el otro canal.

Pero con DX, que sumó a Chyna (con quien formó pareja rápidamente) y Rick Rude en sus compases iniciales, cambió todo. El estatus de Levesque subió considerablemente y de repente se encontró siendo un estelar. No era Shawn Michaels, eso desde ya, pero sí pasó a figurar como un nombre top en la pizarra de la compañía. Fue durante esta época que su comunicación con Vince se hizo más fluida:

A tiempo que DX evolucionaba, con Shawn, pude pasar más tiempo cerca de Vince gracias a la gente con la que me rodeaba. Empezó a preguntar mi opinión sobre ciertas cosas. Hubo una vez que estábamos todos haciendo una reunión juntos, y yo estaba listo para retirarme porque era más o menos el chico nuevo, pero él me vio y me dijo, ‘no, no, ya estás metido en esto. Tú te quedas aquí, tienes buenas ideas’”.

Apenas pasó algo menos de un año cuando Michaels dejó la empresa, también. A tiempo que Austin se abría paso como el nuevo peón dorado, The Heartbreak Kid continuaba sumiéndose en un comportamiento errático que por momentos se volvió insoportable hasta para el propio Hunter. Pero lejos de empequeñecerse, Triple H —iniciales que el propio Michaels le confirió para estar en sintonía con la vibra “cool” de DX— vio la ocasión como una oportunidad y tomó al toro por las astas: Road Dogg, Billy Gunn y finalmente un retornante X-Pac se unieron a la fiesta, todos bajo las órdenes de un Triple H que, claro estaba, ya no seguía a la sombra de nadie. Era su chance de demostrarlo de una vez por todas: realmente estaba hecho para ser el mejor.

D-Generation X en la Attitude Era (con Chyna). Recién cuando Shawn Michaels dejó WWE, Triple H pudo salir de su sombra.

Delante de las cámaras ganaba notoriedad. Detrás, igual:

Llegó un punto de la Attitude Era donde uno de los escritores, Vince Russo, se fue. Para entonces yo ya había trabajado mucho con ellos y ya conocía la dinámica. Fui adonde Vince y le dije, ‘Vince, sé que tal y tal se fueron, sé que vas a tener que hacer tal y tal cosa tú solo. Voy a tener cuatro días libres, así que, no sé si sirva de algo, pero si necesitas a alguien que te arroje algunas ideas, sé que va a ser difícil hacerlo solo’. Me dijo, ‘lo aprecio’, y se fue. Dos días después me suena el teléfono. ‘Hey, es Vince. ¿Tienes unos minutos para tantear algunas ideas?’. ‘Claro’.”

Por lo visto, aquellas horas de encierro durante esos pocos días marcaron el destino de una nueva asociación:

Así empezó todo. Después empezó a decirme que fuera a las reuniones de producción en TV. La primera vez le pregunté, ‘¿te parece que sea [moralmente] correcto?’. ‘No me importa, ven a las reuniones’. Como talento, tienes que estar en la arena a eso de la una de la tarde, las reuniones de producción son a las 9 o 10. Pero al mismo tiempo, él me lo ofreció. Así que dejaba la ciudad la noche anterior y conducía hasta allá temprano para estas reuniones”.

Los que no quedaron a gusto fueron muchos de “los muchachos” en los vestuarios, que lo veían como una maniobra para beneficiarse a sí mismo:

Mucha gente se molestó por eso, ‘¿por qué está en las reuniones?’. Y yo pensaba, ‘pregunta y probablemente tú también termines aquí, pero seguramente no quieras aparecerte a las 8 o 9 de la mañana’. Seguí haciendo eso y así creamos una especie de cercanía en nuestra relación con Vince basada en el aspecto creativo».

Ganó su primer Campeonato de la WWE en 1999, el cual mantuvo por un mes y perdió, de todas las personas, contra el propio Mr. McMahon. Aquel primer reinado no maravilló a los oficiales, que interpretaron que aún no estaba listo para cargar con semejante responsabilidad. Lo que le llevó a hacer el clic, otra vez, fue la continuación de esa rivalidad con el Chairman. Porque para irritar a su jefe, se casó en Las Vegas con Stephanie, la inocente hija adolescente de Vince, mientras esta había sido “dormida” a la fuerza por el efecto de pastillas. Al poco tiempo, igualmente, se reveló que el casamiento había sido consensuado, y así arrancó la era que consolidó a marido y mujer, la era McMahon-Helmsley.

• El detrás de escena con Stephanie, ruptura con Shane… ¿y Vince?

Ya bajo esta encarnación, con Stephanie como compañera, Triple H fue uno de los focos principales de la WWE. Así llegó otro reinado, esta vez mucho más sólido y bien aceptado. Y entre tanto acontecimiento, detrás de escena sucedían cosas…

Yo estaba saliendo con alguien en ese momento”, contó Stephanie a Howard Stern en 2002. “Él no dejaba de darme indirectas, y yo pensaba, ‘¿está coqueteando conmigo? No, no puede ser, debe estar bromeando’. A veces yo estaba sentada en su regazo y él decía cosas… Una vez, de hecho, estando en el piso, me acarició la pierna. Ahí dije, ‘esto definitivamente es coqueteo’. Fue un momento muy tenso, porque yo tenía prohibido salir con cualquier luchador”.

Según la versión que ella dio de los hechos, Levesque “había dejado a Chyna” para entonces pero “por algún motivo aun vivían juntos”. Por ende, “dejamos de vernos por un tiempo” hasta que Stephanie se aseguró de que la pareja estuvo disuelta. Y entonces, pasaron a la fase de aceptación… de los McMahon.

En su charla con Mick Foley en 2016 para WWE Network, Shane (hermano de Stephanie, sobra aclarar) confesó que no quedó conforme por cómo se manejó la situación, dando a entender que desde ese primer momento no guarda la mejor de las relaciones con su cuñado:

¿Mi relación con Paul? Hace feliz a mi hermana y eso me hace muy feliz. Siempre pensé que lo importante era que ella fuera feliz, pero fue más un pensamiento de la vieja escuela de que la hija del jefe, especialmente, no debía salir con un talento. En ese momento era así: estaba el talento y la oficina por separado. Lo que no me cayó bien fue que se me haya ocultado por un tiempo, eso no me sentó bien”.

Para Vince, por otra parte, no fue muy complicado de digerir, o al menos no tardó en dar la derecha. De hecho, al cabo de poco tiempo ya lo tomaba con humor:

A medida que nuestra relación crecía, tuvimos ese momento incómodo que todos atravesaron alguna vez”, contó Hunter. “Esa primera cena en la casa de los padres de tu novia, excepto que yo había trabajado con su padre por todos esos años. Lo hizo lo más incómodo posible, ¡solo porque pensaba que era divertido!”.

Para ese punto, Levesque y Vince ya tenían una relación sólida de colaboración absoluta, que persistió hasta el final de los años en activo del primero.

Lo cierto es que con el correr del tiempo, el poder de Levesque tras bambalinas se hizo cada vez mayor, y no solo para con el trato creativo que él mismo recibía, sino también para con el de los demás. Dentro de la mesa, no era visto como Hunter Hearst Helmsley, el luchador; era visto como uno más de las altas cabezas creativas.

Triple H en su segundo reinado como Campeón de WWE, tras tener una conquista poco exitosa.

Inexorablemente, eso llevó a que el heat de gran parte del roster se convirtiese en moneda corriente, y el hecho de ser pareja de Stephanie (con quien se casó en la vida real en 2003) no ayudó a la causa. El conocido como “el reinado del terror”, que lo tuvo como Campeón Mundial Completo por casi un año, tampoco facilitó las cosas, en una época donde las luces lo alumbraban con exageración, incluso para el gusto de los aficionados, que por lo general no recuerdan gran parte de esa etapa con cariño.

Los vestuarios sabían que Levesque tenía el oído de Vince y que al ser una voz escuchada ejercía influencia a la hora de poner trabas a la carrera de quien quisiera. No es que lo ejerciera con todos, lejos estaba de ser algo dictatorial, pero sí tenía sus objeciones a ciertos pushes. Owen Hart, Ken Shamrock, Kurt Angle, RVD, Shelton Benjamin, CM Punk, Chris Masters, entre otros, fueron talentos que aseguraron (o se reportó en medios periodísticos) que no recibían buenas críticas por parte de Hunter y Shawn Michaels en las reuniones de producción o incluso “a sus espaldas”.

Pero acaso el ejemplo más ilustrativo lo contó Freddie Prinze Jr. en su podcast Wrestling with Freddie, reconocido actor y ex creativo de WWE:

«Llegamos a la arena, creo que era Armageddon, y Michael Hayes propone un final donde Jeff Hardy va a ganar el Campeonato de la WWE. Un par de agentes hablan a favor de la idea. Recuerdo que Kevin Dunn no quería que Jeff fuera campeón: ‘me tienen que estar jodiendo’, dijo. Dio su opinión. Arn Anderson dijo cosas buenas sobre Jeff. Y entonces Hunter habla y dice, ‘¿de verdad van a confiar en este tipo?’. Yo temía que alguien lo dijera porque era cierto, pero creía en la historia, así que di mi opinión de por qué era una buena idea. ‘Es una historia honesta, si recae [en sus adicciones], le quitamos el título. Podemos hacerlo’.

«Empezamos a tener un ida y vuelta con Hunter, y él despotricó contra la historia e insistió en lo desconfiable que era Jeff. ‘Mira, por más desconfiable que sea, es el número uno en venta de mercancía que tenemos. La gente cree en él más que en ningún otro luchador, y eso te incluye a ti’. Probablemente no debí haberlo dicho, pero yo había trabajado incansablemente en esa historia y realmente creía en ella. Al rato Vince dijo, ‘okay, salgan todos’, lo que significaba que solo debían quedarse Bruce, Hunter y Kevin. Nos quedamos esperando afuera, y cuando salió Hunter pasó delante de mí sin siquiera mirarme. Hunter no estuvo involucrado en la secuencia final de la lucha porque no creía en la idea, lo cual respeto, pero logramos que Vince diera el sí”.

Esta anécdota refleja muy bien a Levesque en dos aspectos.

Uno, en su resistencia a darle el máximo premio a “cualquiera”. Y al escribir “cualquiera” no buscamos minimizar a Hardy, sino resaltar su adicción a las sustancias y el ejemplo que tener a alguien en esas condiciones reflejaba en los vestuarios. Desde afuera, pueden entenderse ambas posturas. Hardy sí era lo más candente del momento y todos querían verlo con el oro. Asimismo, el tiempo le dio la razón a Hunter: “The Charismatic Enigma” volvió a meterse en problemas un año después, y su salida mucho tuvo que ver con las adicciones.

Dos, el poder. Su voz figuraba en el top 3 de la mesa chica de Vince. Además, como se lee bien al final de las declaraciones, tenía la facultad de hacerse a un costado y decir “yo no tengo nada que ver con esto”. Nunca se preocupó por quedar bien con los demás, entendía su posición, y eso, a pesar de causarle múltiples miradas fulminantes en backstage, también fue lo que le hizo mirar a todos desde las alturas de la pirámide (jerárquicamente hablando).

• Sus dotes tras bambalinas, el ego y «los protegidos»

Y aun cuando tener fuertes convicciones respecto a quienes impulsar y quienes no (que a veces iba en la dirección opuesta a lo que pedían las masas), también debe subrayarse su capacidad como líder nato, un gran consejero y una cabeza brillante que entendía todos los aspectos del negocio. Y ese conocimiento lo transmitió a aquellos que adoptó como sus “protegidos”.

En el momento en el que apadrinaba a un talento, se aseguraba de facilitarle desinteresadamente todos los medios para que éste llegase lo más lejos posible en la WWE. Bajo ningún concepto se le puede acusar de buscar perpetuarse en lo más alto a costa de terceros, siempre y cuando se hiciera con la persona correcta y de la forma correcta. Él fue clave en el desarrollo y éxito de estrellas como Randy Orton, Batista, Sheamus o Seth Rollins, por citar algunos nombres, poniéndose como meta personal impulsarlos y consolidarlos, aunque eso implicase caer derrotado (con Batista llegó a perder tres PPVs al hilo durante su histórica rivalidad de 2005).

Otro de sus puntos fuertes siempre fue la capacidad comunicativa y motivacional. Esa carga emocional en sus palabras, ese respeto que se le acreditaba a cuanto salía de su boca, era transmitido tanto a novatos como a veteranos mayores a él. Basta regresar a Ric Flair no perdiendo oportunidad de recordar cómo Triple H fue el mayor responsable de que él recuperara la confianza perdida durante su etapa final en WWE en los 2000. “Eres el jodido Ric Flair”, le repetía una y otra vez. Un ritual que también usó para ayudar a The Undertaker a transitar tiempos de baja autoestima en el ring durante sus últimos años activo. No por nada lo llevaron a que diera una dura charla a los participantes de Tough Enough en aquella primera temporada, o que fuese la carta ganadora para destrabar el tan resistido regreso de leyendas que llevaban décadas distanciados de la empresa, tales como Ultimate Warrior, Bruno Sammartino o Bill Goldberg.

El ego como una de las características principales de la personalidad de Levesque es otro tema recurrente entre aficionados. Sí, el hombre era muy consciente de su nivel de estrellato y a veces no le daba calor sacarle el máximo jugo posible. En WrestleMania, siempre se preocupó por sus entradas especiales o por ser el que más minutos tenía en el ring. Muchos todavía le recriminan haber ocupado el main event de la edición X8 contra Chris Jericho, una determinación que se hizo en torno a la filosofía de que el Campeonato Mundial siempre debía de ser el plato principal (algo que no siempre se respetó en WWE), dejando en segundo plano a un auténtico clásico como Hulk Hogan vs. The Rock.

Dicho esto, no hay que equivocarnos: el hombre se ganó su posición a base de un trabajo excepcional. El breve tiempo que ocupó como cara de la compañía a principios del milenio, fue una montaña que escaló usando el apoyo de la gente como cuerda (¿No nos crees? Mira este video). Ser pareja de Stephanie le ayudó, por supuesto que sí, quizás hasta agilizó el proceso, pero fue un punto secundario de un ascenso que ya venía gestándose. Hoy por hoy podemos corroborar que las herramientas siempre estuvieron ahí.

En The Kliq solíamos decir que Shawn era el mejor luchador, pero Hunter era el mejor en casi todo lo demás”, acota Kevin Nash. “La gente me pregunta si estoy sorprendido de que Paul esté en la posición que está hoy, y no puedo más que reírme. Es el tipo de persona que se interesa en algo y lee todos los libros que encuentra sobre el tema. Recuerdo una vez que nos estaba costando hacer entrar nuestro equipaje en los autos que rentábamos. Paul se leyó todas las revistas de autos, miró cintas de compañías de autos rentados para ver cuáles tenían mejores modelos.

 

Lo único que sé es que al final del mes teníamos el auto perfecto para acomodar nuestro equipaje con el espacio justo, ni más ni menos. Cuando íbamos a tenedores libres, Scott lo miraba y decía: ‘fíjate cómo repone únicamente la carne primero, no repone las ensaladas o el pan. Sabe cómo funciona el negocio del servicio de buffet. Podría tomar el lugar de Vince algún día’. Nosotros nos reíamos, pero Scott sabía que Paul iba a ser el más importante de nosotros algún día”.

¿YA LO HAS LEÍDO?: ¡50 cosas que no sabías de Scott Hall!

• Shane se va de WWE; el camino de Hunter y Stephanie por el poder

2009 fue un año ajetreado para WWE, entre otras cosas, por un hecho que marcó el porvenir de la empresa. Shane O’Mac presentó la renuncia de forma abrupta, y la explicación que dio siete años después, tras su regreso, fue muy contundente:

Creo que en cualquier relación entre padre e hijo es complicada, especialmente cuando la vieja guardia no permite que la nueva guardia haga fluir sus ideas. Vince no estaba muy abierto a mis ideas, y lo que pasó fue que dejó de ser una colaboración y ya no era divertido. WWE define a mi padre, y no iba a permitir que una relación deteriorada en los negocios afectara nuestra relación personal, que era lo que estaba sucediendo. Así que dije, ‘¿sabes qué? No voy a permitir que eso pase porque quiero demasiado a mi padre’. Y decidí irme”.

Lo noticioso de toda esta situación fue que a medida las ideas de Shane, el mayor, no eran bien recibidas por su padre, Stephanie y Levesque seguían a paso firme. ¿Supieron jugar mejor sus cartas? ¿Se preocuparon en no saturar y darle espacio a McMahon? ¿O acaso todo se reducía a que el Chairman veía con mejores ojos un futuro con ellos dos al frente? Puede que Jim Ross tenga la respuesta: alguna vez él mismo escuchó de boca de Vince sobre la confianza en su hija para llevar adelante los negocios, ya que “tiene una personalidad muy parecida a la mía”, en tanto que Shane “es más parecido a Linda”, refiriéndose a un carácter menos aguerrido y más relajado.

Desde que el primogénito de la familia se borró por sus medios de la puja por la “herencia”, no hizo falta hacer muchas cuentas: Stephanie y Hunter estaban perfilados mejor que nadie para recibir las llaves del imperio cuando el tiempo llegase. Ella, a pesar de colaborar también en el área creativa, siempre tuvo como fuerte los negocios. Se complementaban a la perfección con su marido, cuya fortaleza era justamente la creación de historias y todo lo relacionado a ellas. Por años, hubo dos cosas que jamás se pusieron en duda: (1) Vince no cedería el control de WWE mientras estuviese vivo y, (2) cuando eso pasara, sus sucesores iban a llamarse Stephanie McMahon y Paul Levesque.

Pero Vince tenía otros planes. La vida misma tenía otros planes.

El rol de Levesque en el ámbito creativo fue oficializado en 2010. Una formalidad, en verdad, pues su colaboración databa desde hacía más de una década, aunque a partir de entonces asumió un rol más sustancial, obteniendo oficina propia en las oficinas centrales de WWE en Connecticut. El título que recibió fue Asesor Ejecutivo Senior, y un año después, en 2011, expandió sus labores con el cargo de Vicepresidente del Talento y Eventos en Vivo (en pocas palabras, un nexo entre la oficina y los luchadores, incluidas sus pagas y las carteleras de los eventos no televisados). No por nada fue que, a medida que apilaba obligaciones, se fue alejando hacia un calendario a tiempo parcial en el ring, con la ventaja de un salario adicional por sus contribuciones detrás de cámara.

Una vez se enfocó principalmente en el trabajo de oficina, su ascenso se antojó meteórico. En 2013 modificó ligeramente su posición a Vicepresidente Creativo, del Talento y Eventos en Vivo. La diferencia la marcó un mayor poder en la toma de decisiones de las storylines, donde el equipo creativo debía responder a sus peticiones.

Con un Chairman que no presentaba signos de desacelerar, Levesque recibió en 2014 la mayor recompensa existente dentro de las posibilidades disponibles para alguien no llamado Vince McMahon: manejar su propio show. En 2012, NXT había hecho la transición de un programa de competiciones hacia la marca de desarrollo de la WWE, y tras tomar la determinación de desafiliarse de FCW para apostar por un sistema innovador y autogestionado (el Performance Center marcó un antes y un después en la compañía), el elegido para llevarlo adelante no fue otro más que el ex Campeón de la WWE.

Como Campeón Mundial Indiscutido, recién coronado en WrestleMania X8.

Allí, sin mayores restricciones, levantó la bandera de la revolución con una propuesta casi opuesta a la que nos acostumbraba WWE. Centrándose en un estilo más atlético con la mira de reclutamiento puesta en los más grandes luchadores independientes y extranjeros consolidados, NXT se convirtió en una sensación que superó expectativas, siendo por lo general lo más visto de WWE Network cada semana. Los Takeovers, como se llamaban los eventos PPV de la marca, nunca decepcionaban y muchas fueron las veces que eclipsaron a los PPVs del elenco principal, creando una dinámica que por momentos hacía sudar gota gorda a los oficiales de la WWE.

Se advertía, aparte, la conexión de Hunter con sus luchadores. Una capacidad nata de provocar cercanía con los suyos que, en consecuencia, hacía que el Performance Center se sintiera como una gran familia. También jugaban su parte entrenadores y el staff de la instalación (permítannos excluir a Bill DeMott), especialmente el enorme Dusty Rhodes, cuyo carisma y cariño dejaban una huella imborrable en todo aquel al que enseñaba.

Sin embargo, ese contraste en el modo de ver las cosas entre Levesque y McMahon empezó a hacerse notar. Porque es cierto, los Seth Rollins, los Roman Reigns, las Charlotte o las Becky Lynchs sí acabaron oliendo las rosas, mas la mayoría del talento que hacía la transición hacia el main roster tarde o temprano las veía negras. El objetivo de NXT, preparar al talento para el momento de saltar a Raw o SmackDown, rara vez funcionaba, un formato disfuncional a raíz de un evidente choque de visiones.

• Las cosas se complican para el matrimonio Levesque-McMahon

AEW abrió sus puertas en 2019. Sus primeros pasos fueron arrasadores, por decir poco. Tanto que encendieron alarmas en WWE, no por lo que eran, sino por lo que podían llegar a ser. Con la experiencia de WCW en sus espaldas, McMahon no iba a quedarse cruzado de brazos, de modo que trazó un plan para contrarrestar a AEW Dynamite con NXT los días miércoles, en el mismo horario, mudándose a la televisión. Y como en toda historia, es aquí donde el drama aparece para enredar lo que iba sobre ruedas.

Entonces, WWE no atravesaba su mejor momento. La parte creativa, al mando de McMahon, se encontraba estancada. El aficionado promedio así lo expresaba, disconforme, y los ratings continuaban marcando bajos históricos trimestralmente. En su obsesión por la microgestión, el CEO prohibía cuanta cosa pedía la afición, limitando de sobremanera a su producto y haciéndolo muy llano y falto de ideas.

All Elite Wrestling, justamente, apareció con capa y traje para cambiar esa realidad. Un producto absolutamente dado para los fans, dispuesto a traer unidad a la industria y facilitar al fan todo lo que se le venía negando por años. En términos de percepción, WWE lo sufrió y mucho, y para ello usó como escudo, aquel que recibió las balas, a NXT, la NXT de Triple H, que naturalmente poco pudo hacer para frenar una bola de nieve descendiente repleta de estrellas, frescura y un momentum arrollador. La derrota en las Wednesday Night Wars fue ineludible, previsible. Vince lo veía de otra forma, no obstante; en su vocabulario, el término “derrota” se definía como la “pérdida de la dignidad”, y no dudó en tomar reprimendas.

El principal apuntado fue Triple H —que en ese momento ya había sido renombrado Vicepresidente Ejecutivo de Estrategia y Desarrollo de Talento Global—y toda su visión de lo que NXT debía ser. Viejos fantasmas afloraron. El choque de visiones volvió a ser un punto de discusión. Algo debía cambiar. No el estancamiento creativo o el caos detrás del constante cambio en los guiones de Raw o SmackDown, esas eran críticas infundadas. No, las responsabilidades venían de abajo, creía McMahon. Y en este contexto, decidió intervenir.

De un momento a otro, el poder adquirido por Triple H durante más de una década se fue desinflando con prisa.

En cuestión de semanas, podía palparse, sentirse, cómo el poder adquirido por Triple H durante más de una década se iba desinflando con prisa. NXT abandonó su rumbo, cambió de raíz el foco. Ya no más talento indy, luchadores consolidados del extranjero. A partir de ahora, únicamente talento inexperimentado, menores de 30 y pocos, que iban a ser entrenados bajo el estilo WWE desde cero. Una NXT rejuvenecida, en su aspecto y en sus filas. Y él se iba a encargar personalmente de manejarlo junto a Bruce Prichard, John Laurinaitis y Kevin Dunn, directivos de su riñón, minimizando la participación de su yerno drásticamente.

Así como así, Levesque perdió no solo a “su bebé” tras más de siete años de crianza, sino que regresó al punto cero sin mayor poder que el de formar parte del equipo creativo del roster principal. Para alguien que tenía la esperanza de acabar recibiendo las llaves del reino (y que todos así lo daban por hecho), el giro de los acontecimientos se tornaría aun más trágico: McMahon se convenció de que, dado el “estrepitoso fracaso” en la lucha contra AEW, su yerno no estaba capacitado para ocupar un lugar privilegiado en su WWE.

¿Qué le pasó a Triple H? Cara a cara con la muerte…

Y aun peor que eso fue lo que sucedió después. Cuando las cosas parecían no poder marchar peor, Levesque recibió un revés tan duro que transformó este panorama desalentador en algo insignificante:

Tuve un periodo de 10 días desenfrenados donde iba de aquí para allá, alrededor de SummerSlam. Uno de esos días estaba en TV para NXT y sentía que no estaba bien. Me fui a casa, exhausto. Mi esposa me vio toser sangre y me dijo, ‘no me está gustando esto’, así que me fui a hacer rayos X en el pecho. El médico me llamó diciéndome, ‘ve a Yale lo más rápido que puedas, tienes insuficiencia cardíaca. Debes ir ahora’. Tras los primeros resultados me dijeron ‘estás empeorando rápido, debemos movernos ya’. Tenía un problema genérico en el corazón, que me llevó a sufrir un bloqueo en la arteria principal que llaman ‘la hacedora de viudas’. Me pusieron un desfibrador por precaución porque mis pulsaciones eran muy bajas.

 

Tuve un pequeño episodio v-fib, que sucede cuando el corazón revolotea demasiado y si no se corrige, mueres. Me dijeron que debían ponerme un desfibrador o corría el riesgo de caer muerto sin previo aviso. Me hicieron una cirugía de siete horas y media donde todo salió mal, así que probamos otra opción, esta vez de ocho horas, con los mismos resultados. La tercera duró 15 horas, hecha en dos días, llena de complicaciones, pero funcionó”.

“Pensé que me iba a morir en todo momento”, acotó sin poder contener las lágrimas. “En cierto modo es un regalo ver a tu vida con esos ojos. Si te dijeran que vas a morir el jueves, nadie va a pensar, ‘maldita sea, tengo una reunión el viernes’. A partir de ese momento piensas en la vida de otra forma y aprendes a no dar las cosas por sentado».

Su recuperación fue muy lenta. No miraba los shows, no tenía ningún tipo de labor para la empresa, en el Performance Center dieron órdenes explícitas de no contactarse con él para no agobiarlo. Su única responsabilidad era llevar y recoger a sus hijas a la escuela. Y en medio de este caos, WrestleMania se acercaba. Más o menos alrededor de este periodo, Vince McMahon daba su primera entrevista en quince años para un medio no llamado WWE en The Pat McAfee Show. Y se pronunciaba de esta manera:

No pienso mucho acerca de [la sucesión de WWE]. Con un poco de suerte, si construyes algo quieres continuarlo y hacerlo próspero y crecer, sea con alguien de la familia o no. A mi modo de ver, este negocio es lo mejor para todos, seas parte o no, y debes tratarlo como tal. Debes ser objetivo y mirar a tus parientes o a quien sea como empleados. Y siendo sincero, probablemente esperaba más de mis parientes, lo cual puede no ser muy ameno de escuchar. Pero de todas maneras, es como si… Debes hacer lo mejor para los negocios. Así que si esta persona no funciona, entonces no debería ser parte de la compañía”.

Por los siguientes meses, poco se supo sobre el futuro de Levesque más allá de alguna foto filtrada recorriendo las nuevas instalaciones de WWE en Connecticut. Recién pisó un show de WWE en WrestleMania 38, solo como espectador. Desconocemos si consideró la posibilidad de salida. Solo tenía una certeza: sus días como competidor habían quedado en el pasado.

Así, para sorpresa de todo este mundo y de otros también, abrió el Show de Shows con un propósito en mente. Quería sentir al público rugir, quería volver a vivir esa abrumadora ola de cariño, la monstruosa misa llamada WrestleMania. Salió y el estadio repleto no pudo más que reaccionar masivamente con un grito aprobatorio. Levesque aparece y por un segundo se olvida que es The King of Kings, The Cerebral Assassin, ya no se preocupa en ser el rudo más intimidante. Es él mismo, solo él y las 88 mil almas compartiendo el momento. Denota en su expresión que esto es lo que quería y ahora sí, tanto después, acá lo tiene. Es un premio, la luz al final del túnel.

“Solo quería salir para decir gracias y para mostrarle mi amor del mejor modo que sé. ¡Bienvenidos a WrestleMania!”, bramó. Mientras se marchaba, a tiempo que la canción oficial del magno evento resonaba en el AT&T Stadium, dejó las botas en el medio del cuadrilátero. Y se fue.

• Regresos, salidas e incertidumbres

Si no estaba convencido de una vuelta, WrestleMania terminó de hacerlo. Regresó al ruedo el mes después retomando sus actividades de oficina, aun sabiendo que debía aceptar una «reducción considerable de sus labores». No más NXT, ya le había pasado el tren. Y para tornar más gris el panorama, Stephanie comunicó al mundo una determinación shockeante: iba a poner un alto a su labor en la empresa. «A partir de mañana, voy a estar tomándome un tiempo fuera de la mayoría de mis responsabilidades en WWE”, tuiteó, sorprendiendo tanto a fans y empleados por igual, añadiendo que “WWE es el legado de una vida de trabajo para mí” y que la decisión provenía de su intención de “tomarme este tiempo para enfocarme en mi familia”.

Uno se pone en la piel del protagonista y no imagina, en tiempos así, más que sensaciones agridulces. Sí, había vuelto, hacía lo que amaba otra vez. Y no solo hacía lo que amaba, sino que lo hacía después de haber visto a la muerte cara a cara. Hay algo reivindicativo en ello. Pero al mismo tiempo, era imposible no lamentarse. Había perdido su puesto soñado, la ilusión por un futuro de progreso personal y la posibilidad de hacerlo a la par de su compañera de toda la vida. Pero como todo este proceso se sucedió de forma tan dinámica y el margen de meditación resultó mínimo, apenas tuvo tiempo para procesarlo, porque ese mes de abril, el mundo del wrestling se vio golpeado por otra bomba atómica. Vince McMahon había sido acusado de encubrir pagos a una empleada de WWE con la que mantenía relaciones sexuales a cambio de favores laborales y económicos, entre ellos la promesa de promoverla gradualmente hasta Vicepresidente Ejecutiva inclusive. Para mantener oculta la relación, le hizo firmar un acuerdo de confidencialidad a cambio de 12 millones de dólares, dinero de la empresa. Esto por supuesto no fue recibido con mucha alegría por parte de accionistas y auspiciantes, de modo que a pesar de una reluctancia primaria de Vince a dar un paso al costado —saliendo incluso en Raw para brindar una promo de revindicacion donde solo dijo «ahora más juntos que nunca» y se fue sin más—, la presión ganó y por consejo de la mesa directiva, el hombre cedió:

Lo que pasó después fue de película. De un día para el otro, las piezas se invirtieron y de repente la realidad discurrió completamente de los planes finamente trazados por McMahon. Stephanie salió de su breve retiro, al rescate para suplantar a su padre a la par de Nick Khan como Co-Chairwoman. Fue una movida sensata, por mayor fuese el improvisto, y se resolvió más deprisa que la otra gran incógnita: ¿Quién tomaría las riendas del ala creativa?

En las redes sociales danzaron más posibilidades de las que realmente se elevaron a consideración (Paul Heyman, por sobre todo). Así las cosas, era sabido, incluso por Vince, que había una sola persona calificada para el trabajo. Solo uno contaba con la experiencia, los dotes de caudillo, el respeto de los vestuarios y el talento para hacer lo justo.

Retornar al Performance Center supuso un momento muy emotivo para Levesque. Reunió a talento y entrenadores y frente a la congregación anunció: “Estoy de regreso”. Y era verdad, pero una verdad a medias. Estaba de regreso, aunque no en NXT (ahora bajo el control de su mejor amigo, Shawn Michaels). Unos días después, fue anunciado como la nueva cabeza creativa de WWE.

Levesque al mando fue una realidad que muchos anticipaban, solo que no tan temprano. Al asumir prometió cambios que se vieron, sí, mas a un ritmo descafeinado. Mejor lentos que inexistentes, eso desde ya, y las críticas hacia el producto mejoraron considerablemente en cuestión de meses. Se habló de mayor coherencia en las historias, de seguir un hilo y no acabar todo abruptamente. La apuesta por el storytelling a largo plazo fue una de las innovaciones mejor recibidas, pero lo que más calidez trajo fue el ambiente tras bambalinas. Atrás habían quedado los últimos años de absoluta histeria y cambios contrarreloj que atormentaban incluso durante la realización de los shows.

Triple H con dos de sus manos derechas, Bruce Prichard y William Regal, dirigiendo desde la Gorilla Position de WWE.

Triple H capitán creó una atmósfera mucho más relajante y organizada. Más sana. En términos generales, la moral en los vestuarios dio un vuelco positivo. Vince ponía énfasis en personajes exageradamente coloridos, una filosofía que, noticias viejas, colisionaba con la del nuevo cabecilla, cuyo mantra de personalidades más realistas se sobreponía a las excentricidades de su antecesor. Así las cosas, los únicos que sudaron a gota gorda fueron esas personalidades excéntricas, “los chicos de Vince”, que, dicho sea de paso, suponían una minoría.

AEW empezaba a acarrear sus propios problemas y la reconstrucción de WWE, con este refrescante lavado de cara, revirtió papeles. La compañía radicada en Connecticut dejó de ser vista como la mala de la película. Los ratings subieron, la gente empezó a concurrir en masa nuevamente, todos los indicadores subieron. Y así pasaron las semanas, los meses, con un cantar más fluido y celebrado.

• Vince McMahon vs. Triple H: la lucha interna por el poder

Sin embargo, todo marchaba demasiado bien para mantenerse de ese modo por mucho tiempo. Varios meses a un costado, con poder de voto pero siempre desde la incomodidad de las sombras, sumieron a Vince McMahon en meditaciones internas y la convicción de haber sido mal asesorado. Impuso (el que entendía como) su derecho a regresar al lugar que jamás debió haber perdido. Después de todo, él era la WWE, ¿verdad?

El plan maestro fue configurado con astucia y ejecutado con precisión. La junta directiva de WWE no estaba de acuerdo con la vuelta, pero él seguía siendo el principal propietario y a través de algunos movimientos internos fue capaz de manipular a la mesa de decisiones acoplando a gente de confianza que, sumada a la renuncia de otros que se opusieron al principio de retorno, logró los votos necesarios para devolverlo a la posición de Chairman. Y eso no es todo…

Lo peor de la historia, casi tan horripilante que hasta abrumó a los que esperaban cualquier cosa de él y aun así no lo vieron venir, fue su caballo de batalla. Pues en el caso de ser contrariado, amenazó con boicotear al acuerdo televisivo de WWE, próximo a expirar, cuya importancia era vital para el futuro de la compañía, acaso su principal fuente de ganancias. En pocas palabras, reconoció no tener miedo a “secuestrar” a WWE, por más que eso supusiera la ruina del imperio. ¿La única forma de evitar tal catástrofe? Que le devolvieran las llaves del reino.

Sin alternativa, la nueva junta aprobó la petición. Vince retomó la silla central y Stephanie, inmediatamente, se salió otra vez de WWE.

En su vuelta, el patriarca se focalizó en la venta de WWE. Al tanto de lo comprometido que estaba debido a su situación legal (y era consciente de que había más problemas en el horizonte), se apresuró a buscar un acuerdo que lo perfilase de la mejor forma ante cualquier inconveniente judicial. Hubo rumores de Comcast, Warner Bros Discovery, Liberty Media, Disney, Amazon y Netflix como potenciales compradores, aunque la verdadera bomba apareció cuando algunos medios filtraron que el gobierno de Arabia Saudita había presentado una suma irresistible que inevitablemente les iba dar el control de la empresa.

Se probó que fue una pista falsa. Finalmente, el comprador fue Endeavor, empresa madre de UFC, quienes habían negado guardar interés poco antes. Fueron U$9.300.000.000, un trato sabroso no solo por cumplir con las metas de WWE, sino porque también albergaba un proyecto ambicioso con altas posibilidades de crecimiento, una eventual fusión con UFC para crear una empresa común llamada TKO y cotizar en bolsa en conjunto. McMahon fue nombrado uno de los cabecillas del flamante grupo, entre otras cláusulas que le trajeron alivios varios.

Entretanto, a pesar de reincorporar a McMahon al equipo, Endeavor tomó nota del trabajo de Levesque en el área creativa. Optaron por reafirmarlo en el puesto por sobre Vince, aunque para eso debieron tener una charla esclarecedora con el ex King of the Ring. “Cuando TKO apareció y Ari Emmanuel me habló sobre esto, le dije que lo único que quería era divertirme”, reveló Hunter. “Si me divierto, me quedo. Si no, me dedicaré a otra cosa”.

En su vuelta al ojo público desde el escándalo, McMahon (con un llamativo look renovado) fue claro sobre las condiciones que debió cumplir: “Voy a tener más influencia creativa en un nivel general, pero no me voy a meter en la hierba, que es lo que amaba hacer en el pasado. Ya no podré hacer eso».

Con el regreso de Vince McMahon en 2023, la lucha por el poder entre Triple H y McMahon se hizo más reñida que nunca.

La fina línea entre lo que le competía a McMahon y las responsabilidades de Levesque, podemos aseverar, fue violada. No sabemos exactamente hasta qué punto. Desde afuera, era fácil caer en cuenta de ciertos retoques que solo podían provenir de la mente del Chairman. Los medios hacían eco de ello y de alguna que otra grabación con micro-episodios de caos reminiscentes a los viejos días. Levesque continuaba con una línea coherente y halagada en términos generales, pero el temor a volver a lo que había sido estaba.

En su autobiografía “Our Fight”, Ronda Rousey, misma que acusó a Vince de obrar a través de Bruce Prichard en su primer hiatus, relató su versión de la guerra de poder detrás de cámara entre ambos pesos pesados. Según ella, había una gran tensión por ser la voz cantante. Cada vez que Triple H hacía un cambio, alguien de producción lo informaba a Vince, que solía modificarlo nuevamente a gusto.

Un tira y afloja que, sin duda, poca gracia debió hacer a todos los involucrados. De igual manera, un proceso desgastante que se extendió solo por unos meses, fruto de un caso que cambiaría todo: Janel Grant.

Todos sabemos ya los pormenores de lo acontecido. Lo que nos interesa hoy, sin embargo, son las consecuencias. Esta vez, el café cayó sobre el ordenador y nada se pudo hacer para recomponerlo. Vince McMahon dejó WWE de forma definitiva y absoluta el 26 de enero de 2024, sin atadura alguna después de 42 años. De la noche a la mañana, pasó a ser una mala palabra en el diccionario de WWE.

• ¿Qué cargo tiene Triple H en WWE?

“Nos estamos divirtiendo”. Triple H, en su cargo como Director de Contenidos y Jefe Creativo de WWE, se sienta en la sala de conferencias para la rueda de prensa post-WrestleMania 40. Cody Rhodes acaba de terminar su historia, destronando a Roman Reigns y creando uno de los momentos más emotivos de la era moderna. Es un gran paso, un hito disruptivo en el ciclo de Paul Levesque. El paso de antorcha de Reigns a Rhodes se confabula con otro, proporcionalmente significante en los pasillos de la empresa. Han pasado más de tres meses desde que Vince se ha ido, y aun así, hay algo de especial en este evento, una vigorizante sensación de cambio de época.

Es a partir de acá que las grandes modificaciones empiezan a tomar lugar. Se ven experimentos de producción, nuevas ideas, refrescantes propuestas internacionales, otras formas de contar historias y ante todo, una visión que, evidentemente, no podía contarse hasta hacía poco tiempo atrás. Es el nacimiento de una nueva era, la Era de Paul Levesque, la Era del Renacimiento, la Era de Cody Rhodes o de Nick Khan o de TKO o como quieran llamarla. De una forma u otra, hay una realidad inequívoca: un nuevo nombre se ha alzado en el trono de la lucha libre.

¿La diferencia para mí entre mi época como luchador y ahora? El éxito que tienes es el motivo por el que lo haces y te pone muy orgulloso, pero cuando tus hijos crecen y hacen lo que les gusta y triunfan en eso, tu nivel de orgullo es más grande e incluso más gratificante que tu propia carrera. Yo siento eso desde el momento en que empecé en NXT. Quiero ayudarlos a que lleguen a ese otro nivel, quiero que hagan lo que les gusta y triunfen en ello. Para mí es como ver a mis hijos tener éxito haciendo lo que aman. No necesito seguir luchando, amo lo que hago. La pasión que me provoca, crear la magia: es la pasión de mi vida».

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