Análisis

Tony Khan en AEW: ¿Amateur fracasado o genio incomprendido?

Las críticas no son nada nuevo. En lo absoluto. AEW ha convivido con ellas prácticamente desde el primer día. Sin haber tenido tiempo siquiera para hacer mal alguno, ya estaban ahí, acechando como asesino a final girl en un slasher. Queramos o no, justa o injustamente, la pasión desproporcionada de la afición da paso a mucha negatividad en un negocio donde, por motivos que por momentos se tornan incomprensibles, el aficionado toma partido como si de un equipo de fútbol se tratase al contemplar las distintas alternativas que nuestra industria ofrece, priorizando un odio innecesario en lugar de dar la bienvenida a la variedad.

Y así como está ese lado negativo, ruidoso, también lo está el positivo, el de las críticas constructivas. No todos desean el mal, no todos se vuelven devotos a una única alternativa y hacen la cruz a los demás participantes del juego; AEW ha tenido sus metidas de pata, eso ni siquiera es discutible.

Entonces, ¿son realmente los radicados en Jacksonville víctimas de su posición y sí, cometen errores como cualquier otra grande internacional, mas los mismos son exagerados y sobredimensionados por terceros? ¿O son los cuestionamientos que se ponen sobre la mesa auténticos y es momento de que la empresa empiece a hacer autocrítica? Pero sin ir más lejos, a lo mejor debamos introducirnos en el núcleo de la cuestión y preguntarnos: ¿es Tony Khan el problema de AEW? ¿Es injustamente señalado? ¿Acaso ambas cosas?

Tony Khan: ¿Fracaso rotundo o genio incomprendido?

En su nacimiento, desde AEW erizaron con orgullo la bandera del cambio, manifestando con suma convicción que así como la única visión que llegaba a las masas provenía de WWE, las cosas estaban próximas a cambiar. No era poca cosa; entonces, la gigante del entretenimiento solía ser muy poco receptiva a las peticiones de sus seguidores, y desde la flamante competencia afirmaron que todo aquello que la gente pedía (en vano) sería respetado a rajatabla en suelo propio. El trabajar con otras empresas, dar mayor importancia al desarrollo luchístico en el ring y menos al trabajo con el micrófono, brindar más oportunidades al talento que realmente las merecía, hacer un ambiente de trabajo más libre y abierto a ideas, dejar de lado la politiquería o centrarse en la consolidación de talentos jóvenes, fueron todas promesas que se comprometieron a materializar… Y fueron cumplidas.

Ese dar y recibir entre la empresa y sus fans, sumada a esa frescura y la ruptura del molde WWE, hizo que varios aficionados notaran que una realidad distinta era posible y, en algunos aspectos, incluso una mejor. Esa conformidad, ese saber que «esto es lo que hay» tanto de WWE como de su «universo», fue desafiada por AEW, y fue así como un sector de los aficionados empezaron a subir la voz ante las disconformidades.

Éramos felices y no lo sabíamos: los Elite en la inauguración de AEW, en 2019. Por esas fechas, la compañía solía colgar carteles de sell-out en cuestión de minutos.

De pronto, AEW fue lo «cool», WWE «lo genérico». Y cuando los favoritos del público preferían buscar nuevos aires en AEW, como sucedió con Jon Moxley, Brodie Lee, FTR o Miro, se quejaban de la «microgestión» de WWE, de la «prisión» en la que estaban encerrados, de la pérdida de la pasión por el negocio, del miedo permanente a «caminar sobre la cornisa», de esto, de aquello…

Sabemos que previo a la pandemia, WWE había renovado los contratos de varios de sus gladiadores por números desorbitantes a raíz del miedo a que éstos decidieran abandonar el barco y saltar a la nueva grande de la lucha. No obstante, un reconocido hombre negocios llamado Nick Khan llegó con pisada fuerte para cambiar la mentalidad de McMahon: le hizo ver que no había por qué temer a AEW, pues haciendo un análisis introspectivo se producía el progreso, no mirando permanente al accionar de los de afuera. WWE despidió en consecuencia a cientos de empleados, entre ellos luchadores (y vaya que los había de renombre).

De pronto, el otro Khan, Tony, Presidente de AEW, empezó a ser visto como el promotor «bueno». Opuesto a Vince McMahon o el propio Nick, «los malos». Y en cierto modo lo era. Jamás se pondrán en cuestión las formas humanas del joven de 41 años, su reluctancia a despedir talento y los grandes gestos que tuvo hasta para con nombres ajenos a su roster. En el camino pecó de inexperiencia, convengamos, al confundir negocios con bondad. Una cosa no va de la mano con la otra, y eso es lo que “los malos” sabían de sobra; con ciertas determinaciones que a veces resultaban desagradables, pero a la larga, saliendo beneficiados a un módico precio. Moralmente hubo un claro ganador, pero económica y financieramente, también.

Varias de las estrategias que WWE accionó a costa del odio del público, como es el caso de los despidos, acabaron siéndole un punto a favor. La falta de experiencia de la que hablamos anteriormente volvió a hacer acto de presencia cuando Tony Khan empezó a contratar prácticamente a todo nombre al que WWE le mostraba el camino de salida. Dinero mal invertido, en otros términos, porque muchos de ellos apenas aportaban a un elenco que de por sí ya era más que eficaz.

Aquí es donde damos con uno de los principales problemas del “Khan bueno”: esos mismos nombres quitaron lugar a otros que estaban desde el día 1, un proceso que se prolongó más allá de la pandemia y que sigue hasta la actualidad. En definitiva, AEW es una máquina de rotación de luchadores. Claro que se agradece la variedad que trae la inclusión de atletas de Japón, México o las indies. Lo que molesta es ver cómo se abusa de ello al quitar tiempo de pantalla a originales de la marca, cuando en la mayoría de los casos, los “visitantes” son apenas identificables por el televidente promedio.

El tiempo en TV es dinero, y cada minuto es una inversión. Con esto queremos decir que sí, es genial disfrutar de un Místico, de un Will Ospreay o un Kazuchika Okada cuando formaban parte de New Japan, incluso de una leyenda como Minoru Suzuki de tanto en tanto para endulzar la dinámica. No así de demás personalidades que pasan desapercibidas por estar a un nivel igual o incluso inferior al de decenas de otros talentos de la casa. Todas ellas, además, no salen gratis, ni tampoco el alojamiento, los vuelos, etc…

Esto va también de la mano con el segundo punto flaco de AEW que entendemos nosotros: la inconsistencia en los planes creativos.

La imagen de Tony Khan se denigró con tres puntos específicos: el booking, la falta de liderazgo y la falta de autocrítica.

Sin importar el posicionamiento del talento en la pirámide jerárquica; main eventers, midcarders o de la zona baja de la cartelera, todos han atravesado algún momento (o varios) en el que dejaron de ser usados en televisión sin ningún motivo aparente. Hubo casos que desaparecieron por varios meses, sin dejar noticias ni rastros de vida. Aprendimos a olvidarnos de ellos. Regresaban y tenían una pequeña ovación, solo para volver a desaparecer y en su próximo regreso, el impacto disminuía en un círculo vicioso claramente perjudicial.

Tampoco han sido pocos los pesos pesados que ni siquiera eran incluidos en las storylines, solamente aparecían para combates de alto calibre, verdad, pero al par de semanas brillaban por su ausencia y no volvíamos a saber de ellos hasta mucho tiempo después. El ciclo en bucle terminaba por desgastar a los protagonistas en cuestión, que inexorablemente mostraban dificultad para ganarse la empatía del espectador por la falta de constancia en su bookeo.

Entendemos que esto va de la mano con la excesiva cantidad de peces en el estanque, entre la suma de luchadores del elenco e “invitados”. Y aun así, con tanta abundancia de luchadores, programas como Rampage o Collision especialmente debieran de tener semana a semana combates de interés, algo en lo que muchas veces la compañía falla.

Y ojo, porque no solo es un inconveniente que se presenta en los shows secundarios. ¿Cuántas veces te has encontrado con apetito de un poco de buena lucha y fuiste directo a las redes para conocer las luchas/segmentos anunciados para Dynamite, solo para encontrarte con un line-up que sabes que no satisfacerá tus sacias? Mejor buscaré algo en Netflix, resuelves. Este es un mal de suma gravedad para una industria televisión-dependiente.

Por momentos, Tony es más fan que el más grande fan. Esta faceta suya queda en evidencia principalemente cuando se preocupa por contentar más a los seguidores acérrimos (las minorías) que al potencial fan casual, fallando en el propósito principal de estar en la permanente búsqueda de una nueva audiencia.

WWE siempre estuvo a un buen producto de poner de rodillas a AEW. Solo hacía falta un cambio que lo propiciase: volver a enamorar a los fans desencantados. La historia demuestra que una sólida compañía #1 como lo es WWE desde hace décadas, depende de sí misma para llevar la delantera. AEW respiró en la nuca en instancias puntuales pero nunca supuso una verdadera amenaza, pues la estructura de WWE es colosal en comparación (65 años de historia grande tienen su peso). El verdadero temor estuvo en lo que AEW podía llegar a ser si seguía por varios años por la misma senda, mientras WWE caía en la consideración de las masas.

Aquella, enamorar a los fans desencantados, era una tarea que Vince McMahon jamás iba a ser capaz de alcanzar debido a su obsesión por hacer las cosas a su modo. El modo estaba caduco y recién cuando fue sustituido por Paul “Triple H” Levesque, el trabajo se hizo y probó la teoría con creces. WWE no tardó en “robar” gran parte de la audiencia a AEW, aunque no únicamente por mérito propio, sino también por decisiones infelices del otro bando.

La imagen de Tony Khan se denigró a grandes pasos con tres puntos específicos que quedaron al desnudo en los últimos dos años: el booking, la falta de liderazgo y la falta de autocrítica.

Los Campeonatos sufren de muy poco prestigio estos días. Son demasiados para llevar la cuenta de sus portadores, y el hecho de que cambien de dueño con tanta prisa no ayuda. La creación de nuevas estrellas ha sido acaso el más grande desafío para Khan; el número de estelaristas construidos desde los cimientos es preocupante. Casi todo talento que llega termina por perder relevancia con el paso del tiempo.

No reconocer los errores es perpetuar los males a favor de darle la espalda a las soluciones. Basta con hacer la prueba y señalar algún defecto a resolver para que el Presidente se apresure a recordarte todo el bien que ha hecho la empresa en los últimos tiempos. Minimizará la caída en los ratings. Querrá explicarte por qué algunas críticas son infundadas. Y, detalle no menor, hará ciertos comentarios en redes, siendo sinceros, un tanto infantiles que dejarán mal parada a AEW y provocarán malestar interno.

La situación de CM Punk y The Elite fue el principio del declive. Y ese, como tantos otros incidentes tras bambalinas, se dio por la evidente falta de liderazgo y respeto hacia su autoridad. ¿Se imaginan tantos problemas sucediendo bajo el techo de un Vince McMahon o de Triple H? Difícilmente. Tony pretende ser un amigo para sus luchadores. Como moneda de cambio, renuncia al miedo necesario que un líder ha de generar a sus empleados para mantenerlos a raya. En consecuencia de sus faltas, debió crear un comité para no escapar a la presión de poner orden. El mensaje que dio a los vestuarios, en resultas, ha sido debilidad.

Y lo más increíble de todo es que a medida esas problemáticas se fueron acrecentando, Tony pasó a convertirse en el “Khan malo”. Especialmente después de WrestleMania 40, que marcó un punto de inflexión y donde se redimió la figura de Nick Khan (y de WWE en general bajo el cambio de administración), el panorama dio un giro de 180 grados.

¿Con razón? A ver, mucha de la culpa de la decaída ha de recaer en su cabeza. Que ha cometido errores dignos de un inexperimentado, no nos cabe duda. Que éstos han afectado a la situación general de la compañía, seguro. Que ha hecho un gran bien para la lucha libre, también. No olvidemos que hasta hace un par de años, el mundo le veía como un salvador y hasta fue escogido el mejor booker del mundo por varias prestigiosas publicaciones. La moral generalizada tras bambalinas era descrita como una de comunión y paz, acaso sin precedentes para muchos. Entonces, ¿qué sucedió en el medio para que, por ejemplo, un CM Punk declarara que “nunca había visto tanto drama en un vestuario”? Muchas cosas, a nuestro modo de ver, entre ellas las aquí expuestas.

Pero así como decimos que Tony Khan no atraviesa sus mejores días, no creemos que sea justo darle una sentencia de muerte por ahora. La lucha libre, dinámica como lo es, tarde o temprano te enseñará a entender que todo es posible. Diablos, mañana mismo podríamos estar desayunándonos con los focos otra vez puestos en All Elite Wrestling. ¿Shane O’Mac dando el salto? ¿Will Ospreay coronándose en el Reino Unido? ¿Los Young Bucks volviendo a posicionarse en el centro de la controversia? Nunca digas nunca, especialmente teniendo en consideración lo que la AEW de Khan supo ser en el pasado.

A veces, la pasión desproporcionada de la afición da paso a mucha negatividad. Esto no es un partido de fútbol. Una seguidilla no debe tapar los grandes beneficios que AEW trae al mix. Después de todo, Triple H no estaba tan errado cuando afirmó que “esto no es un sprint, es una maratón”. Y la maratón está muy lejos de terminar.

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